viernes, 16 de diciembre de 2011

La transformaciones económicas de un mundo "ampliado" (y IV)


7. Resumen del contenido

El rasgo que caracteriza a la economía del siglo XVI es la permanente pugna entre unas estructuras que se mantienen inmóviles, sin apenas transformaciones, y unos comportamientos muy dinámicos, por el contrario, en el mundo comercial y financiero. Donde mejor se aprecia el inmovilismo es en el sector agrícola: el régimen de tenencia de la tierra y de su explotación sigue unas pautas heredadas de siglos anteriores, aunque la mayor demanda de productos agrícolas y el aumento de los precios, como consecuencia del incremento de la población, introducirán algunos cambios en el paisaje. Así, se roturan bosques y nuevas tierras dedicadas antes al pasto de ganados para el cultivo de cereales, se realizan obras hidráulicas –como en los Países Bajos y Francia-, que permiten sanear terrenos o ganarlos al mar, y se intensifica en determinadas regiones el sistema de cultivos eliminando el barbecho sin que por ello se agotara el suelo, ya que se plantaron distintas especies que exigían menos nutrientes, como las plantas forrajeras. Esta “nueva agricultura” asociaba además el ganado estante a la explotación agraria, con lo cual se beneficiaba de mayor cantidad de abono. Por el contrario, la ampliación de la superficie cultivada a tierras de mala calidad produjo con el tiempo rendimientos decrecientes y su posterior abandono.
El sector industrial registró, en cambio, avances significativos en todos los campos: en la extracción de carbón y de metales preciosos y en su tratamiento, en la construcción naval y en la producción textil. Aquí la novedad mayor se produjo en la pañería, puesto que la fabricación de productos de alta calidad fue sustituida por manufacturas textiles más baratas destinadas a cubrir las necesidades de un sector amplio de la sociedad, lo cual, sólo fue posible gracias a la utilización de nuevos elementos técnicos, como el batán, el uso de rueda o la máquina de hacer calcetas, y al empleo de mano de obra no agremiada a tiempo parcial, fundamentalmente campesina.
También el sector comercial experimentó innovaciones importantes. Para empezar, la demanda urbana de productos, tanto agrícolas como manufacturados –en las zonas rurales, en cambio, la economía era fundamentalmente de autoconsumo, de subsistencia-, requería un incremento en los intercambios terrestres y marítimos, lo cual sólo era posible si se mejoraban las carreteras y los medios de transporte (carretas y barcos), los sistemas de información, los tipos de cambio e interés del dinero, las ferias y los seguros en los transportes. Aun así, la articulación de los mercados era escasa, sobre todo en el interior, y además el coste del transporte por carretera resultaba muy gravoso y encarecía en exceso determinados productos como la madera o el trigo. En cambio el comercio a larga distancia experimentó un auge creciente por su alta rentabilidad: el de España con sus territorios en América; el de Portugal con sus posesiones y factorías en Asia y África. Oro y plata, tabaco, azúcar, tintes, sedas y especias compensaban, por sus elevados beneficios, los envíos hacia esas regiones de productos agrícolas y de manufacturas textiles procedentes de la misma metrópoli o de otros centros industriales, en particular de Italia y de los Países Bajos.
La posición privilegiada de Sevilla y Lisboa en el comercio ultramarino del siglo XVI altera sin duda los circuitos comerciales vigentes hasta entonces, aunque el eje económico que unía al norte de Italia con el sur de Alemania y los Países Bajos había comenzado a mostrar signos de debilidad en beneficio de un eje atlántico a raíz de las guerras de Italia entre España y Francia. Sin embargo, ni Portugal ni España serán los grandes beneficiarios de ese comercio a medio y largo plazo: italianos y alemanes, y flamencos después, se aprovecharan de las oportunidades de negocio que se les brindaba a través de la concesión de empréstitos a la Corona española. Así la ciudad de Amberes se convirtió en el primer centro comercial y financiero de los Países Bajos e incluso de Europa, aunque su posición privilegiada se fue deteriorando poco a poco al compás de
las dificultades de las ciudades del sur de Alemania y del comercio con el Báltico, de las quiebras financieras de las monarquías francesa y española, del mantenimiento de una moneda de plata sobrevalorada que provocó la huida del oro hacia Francia y finalmente del saqueo de la ciudad por las tropas españolas en 1576 y el cierre de las bocas del Escalda a partir de 1585. El relevo lo
tomará otra ciudad de los Países Bajos, Ámsterdam, cuya pujanza será relevante en el siglo XVII.
Para terminar es preciso mencionar el valor del dinero y el sistema financiero. El juego de la oferta y la demanda era esencial para la fijación de los precios en los productos y mercados, y la moneda en la época era una mercancía más, por lo que su escasez o abundancia determinaba su precio. Así, a mayores remesas de plata menor cotización de la moneda y mayor valor del resto de las mercancías. De este modo, el siglo XVI experimentó un crecimiento de los precios, inferior, sin embargo, al que creían los contemporáneos haberse alcanzado, pues tan sólo supuso un 2 ó un 3 por ciento anual, por lo que apenas se multiplicarían por 4 o 5 durante toda la centuria, motivo que induce a muchos historiadores a considerar excesivo que se aplique a dicha alza el término “revolución de los precios”.
El dinamismo comercial supuso a su vez la necesidad de disponer de instrumentos que agilizaran la circulación de dinero, como la letra de cambio, pero también de capitales más cuantiosos y al menor coste posible: cambistas y banqueros fueron los artífices de que el mercado estuviera abastecido de dinero, no ya porque podían conceder todo tipo de créditos a los particulares,
sino porque giraban numerario entre distintos centros financieros y porque recibían dinero en depósito. Con todo la circulación monetaria en las ciudades era escasa –casi insignificante en las zonas rurales-: las compras de géneros en las lonjas para el abastecimiento de las tiendas se realizaba por lo común al fiado, una práctica que se mantuvo durante toda la época moderna. También los estados, como el español, recurrieron al crédito para sufragar sus empresas militares concertando asientos con financieros solventes o emitiendo deuda pública (juros) a un tipo de interés del 10 por ciento, si bien con el tiempo se fue recortando al 7, al 5 y al 3 por ciento, ya a finales del siglo XVII. Banqueros alemanes, españoles y genoveses intervinieron en esta aventura crediticia obteniendo considerables beneficios en el cobro de intereses, aunque la quiebra del Estado podía llevarles a la bancarrota, pero también participaron nobles, funcionarios y mercaderes.

8. Glosario
  • Economía de subsistencia
  • Enclosures (cotos cerrados)
  • Devaluación monetaria
  • Inflación de los precios
  • New drapperies
  • Domestic system (verlagssystem)
  • Factory system
  • Organización gremial
  • Resello: segundo sello que se añade a una moneda con objeto de cambiar su valor facial, ampliar su ámbito de circulación, etc.
  • Valor nominal y valor intrínseco de la moneda
  • Letra de cambio
  • Carrera de Indias
  • Galeón de Manila: nombre con el que se conocían las naves españolas que cruzaban el océano Pacífico una o dos veces por año entre Manila (Filipinas) y los puertos de Nueva España (hoy México), principalmente Acapulco (wikipedia).

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