miércoles, 6 de junio de 2012

Reformas de Diocleciano (II)



B.- SITÚE CRONOLÓGICAMENTE EL TEXTO, RESUMA EL PERIODO HISTÓRICO CONCRETO AL QUE SE REFIERE INDICANDO SUS ACONTECIMIENTOS Y CARACTERES MÁS SOBRESALIENTES, EN FUNCIÓN DE DICHO TEXTO.

El texto sitúa los acontecimientos desde el nombramiento de Diocleciano como emperador tras la muerte de Carino (hijo del anterior emperador Cario) hasta el establecimiento de la Tetrarquía, es decir, desde el año 285 d.C. hasta el 293 d.C. aproximadamente. El texto es un fragmento del Libro de los Césares de Sexto Aurelio Víctor, historiador pagano que vivió en el siglo IV d.C. Es por ello que la fuente es secundaria ya que el autor no es contemporáneo de los hechos. Existe controversia acerca de las fuentes de Aurelio Víctor. En opinión de Alexander Enmann la fuente de Sexto Aurelio Víctor es una Historia Imperial hoy perdida y compuesta en 284. Pierre Dufraigne cree que Sixto Aurelio Víctor emplea otras fuentes dependiendo de la época narrada (Suetonio, Tácito, Mario Máximo…).
El marco histórico en el que transcurren los hechos  corresponde al inicio de la época Bajo Imperial Romana que coincide con el comienzo del Dominado tras el nombramiento de Diocleciano como emperador. Ello supone el final de la Anarquía Militar (235-285 d.C.) fruto de la grave crisis social, económica y política que asoló al imperio en el siglo III. Durante ese periodo se suceden en el trono los llamados emperadores militares: generales de fortuna, originarios de las provincias, que son aclamados por el ejército (transformado en factor decisivo del poder). En su mayoría estos emperadores eran asesinados tras breve periodo de gobierno.
El contexto político en Roma que hereda Diocleciano en el momento de asumir el poder es muy complejo e inestable con graves problemas internos y externos. Las amenazas internas, tal como nos señala el texto, son las revueltas campesinas bagaudas, la usurpación del púrpura en Britania por parte de Carauso y las insurrecciones en Oriente, África y Egipto.  Los graves sucesos ocurridos en la Galia, junto a la crisis económica y la inestabilidad política heredada de la época de la anarquía militar, acabaron provocando brotes violentos de campesinos descontentos que se conoce con el nombre de bagaudas. La situación del imperio durante la anarquía militar había llevado a una situación de ruralización y a un funcionamiento provincial latifundista de forma bastante autónoma y cada vez más lejos del poder fiscal y administrativo de Roma. Este sistema degenera en  grandes propiedades con mano de obra esclava o servil, se produce un encogimiento de la vida urbana y brotan bolsas de malestar social de origen heterogéneo (personas sin oficio, campesinos explotados, siervos, sumados a grupos de puro bandolerismo). Externamente el Imperio se ve amenazado por persas, alemanes y francos. Es por ello que Diocleciano decide compartir el trono con Maximiano, elevado a “augusto” tras sofocar con éxito las revueltas bagaudas del campesinado galo e hispano. Sin embargo la Diarquía (286-293 d.C.) resulta ineficaz ante la inminente ruptura de la unidad imperial iniciada en Britania por la rebeldía de algunos jefes romanos (Carauso primero, Alecto más tarde).  Otras fuentes señalan, sin embargo, que fue la usurpación de Carausio el motivo inmediato de la promoción de Maximiano. Sea como fuere Maximiano es incapaz de resolver por sí solo el conflicto planteado por el usurpador Carauso con lo que Diocleciano se ve obligado a constituir una Tetrarquía (dos augustos y dos césares, o sea, cuatro emperadores). Ambos augustos deciden nombrar a sus respectivos césares. La elección recae en Constancio para occidente y Galerio para oriente, ambos también de probada experiencia militar. De esta forma se asegura que el futuro relevo no será traumático. Este sistema de los cuatro emperadores desapareció en el año 305 d.C. cuando Diocleciano y Maximiano abdicaron. Junto a la reforma política de la Tetrarquía, Diocleciano emprenderá otros cambios profundos en la organización del imperio: reorganizará el ejército, el sistema económico, la administración y la política religiosa.
Se abandonó el sistema estático de defensa lineal del imperio (concepto del “vallum” de los Antoninos), basando la defensa en una red de fortificaciones a uno y otro lado de la línea de la frontera (limes), denominados “Strata diocleciana”. Estas fortificaciones se encontraban en lugares estratégicos unidas entre sí por buenas calzadas que agilizaban el paso del ejército. En este momento el limes se muestra muy débil, ya que es muy sensible a las inestabilidades políticas interiores y a las amenazas exteriores por lo que se fortaleció las fronteras (política eminentemente defensiva). Los efectivos totales del ejército fueron duplicados y la base del ejército interior se transformó en unidades móviles estando siempre a disposición del emperador. El ejército se reestructuró pasando de 34 legiones en el siglo III a las 75 legiones en esta época aunque no aumentó significativamente el número de soldados.
En cuanto a la reforma económica Diocleciano transformó la fiscalidad (sistema tributario) y estableció un nuevo sistema monetario revalorizando la moneda. La reforma administrativa consistió en una reorganización central y otra provincial creando las diócesis. Diocleciano se preocupó en mantener el culto a los dioses tradicionales de Roma y en establecer toda una teología imperial oficial que situaba en un primer plano a Júpiter y tras él, Hércules. En el texto se puede observar ese detalle. Diocleciano eleva la importancia del panteón tradicional romano y reviste con la propia denominación de los principales dioses romanos Júpiter (padre) y Hércules (hijo) además con un sentido paterno-filial a los nombres de los césares. Esta ideología religiosa condujo a los emperadores a perseguir el Maniqueísmo y el Cristianismo rompiéndose la pax deorum (tolerancia religiosa) anterior.

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