jueves, 19 de diciembre de 2013

Capital de Ataúlfo


Llegan los visigodos

La estancia de este pueblo germánico fue muy inestable. Venidos como aliados de un Imperio romano agonizante, perdieron el reino en manos musulmanas. Sin embargo, Barcelona mantuvo un papel relevante gracias a los obispos, el conde y los impuestos.


1. Tiranos en el imperio, germanos en Barcelona

La irrupción de los visigodos en Hispania coincidió con una época de inestabilidad y, en algunos casos, de auténtica anarquía. Mientras el poder político de Roma se iba debilitando por una epidemia de tiranos, la situación económica del Imperio se erosionaba a causa de las revueltas bagaudas (campesinos, esclavos, soldados y aventureros que, empujados por las dificultades, formaban bandas armadas para depredar las tierras del Imperio).

Conducidos por Ataúlfo, y con Gala Placidia como rehén desde el saqueo de Roma (410), el pueblo visigodo intentaba pasar a África (considerada el «granero de Roma»), pero no eran los únicos. Vándalos, suevos y alanos entraron en Hispania con las mismas intenciones. Sin embargo, los romanos hicieron todo lo posible para impedirles su propósito.

Ataúlfo, atrapado, escogió Barcelona como capital en el año 414 e inició una aproximación a los romanos que desembocó en su asesinato, después de haberse casado con Gala Placidia y haber tenido un hijo, Teodosio, que murió al poco tiempo de nacer. Su sucesor, Walia, trasladó a los visigodos a las Galias después de un pacto de foedus con el Imperio romano; no obstante, no fue hasta el reinado de Eurico, artífice del Reino de Tolosa, que volvieron a la ciudad (472).

No fue una etapa tranquila. Después de la derrota de Vouillé (507) contra los francos, Gesaleico -usurpador del trono de Amalarico- hizo de Barcelona la capital del reino por solo tres años. Pasado el interregno ostrogodo, con regencia de Teodorico el Grande, y los asesinatos de Amalarico y Teudis, la ciudad perdió la capitalidad que se movía al ritmo de los visigodos errantes por la península, de Sevilla a Mérida y, finalmente, a Toledo.



2. Sede de concilios eclesiásticos

Aunque Barcelona había abandonado el papel de sede de usurpadores y reyes visigodos, el poder episcopal continuó manteniendo la ciudad en un lugar relevante con la celebración de dos concilios en el palacio episcopal -uno de ellos favorecido por Ugnas, el obispo que abrazó el catolicismo-, y continuó siendo centro de poder civil al alojar la sede del comes civitatis, el delegado real.

También tuvo una destacada actuación fiscal, ya que, según el De Fisco Barcinonensis (592), aquí se recogían los impuestos de Tarraco, Egara (Terrasa), Gerunda y Emporiae. Asimismo, su papel económico se vio reforzado por los reinados de Leovigildo (573-586), cuando volvió a acuñar moneda -no lo había hecho desde la usurpación de Máximo en el año 409-, y Recaredo (586-601).

Estos dos poderes, el episcopal y el civil, fueron los que posteriormente impulsaron los cambios urbanísticos con que la ciudad empezó a alejarse de la Barcino romana y acercarse a la Barchinona medieval.



3. Guerra civil y entrada de los musulmanes

El reino visigodo empezó el siglo VIII con un panorama desolador: luchas entre bandos nobiliarios, debilidad del rey frente a la aristocracia, desastres económicos -el alud de esclavos fugitivos- y cataclismos -sequías, hambrunas, epidemias y plagas de langosta. La guerra civil que explotó en el año 710 entre los partidarios de Agila, un supuesto hijo del rey Witiza, y Rodrigo, elegido rey por un sector de la nobleza, trajo a los musulmanes a la península.

Fue entonces cuando los musulmanes se adueñaron rápidamente de esta. No obstante, Agila consiguió retrasar su entrada a Barcelona y es posible que Ardón, su sucesor, mantuviera la situación hasta el año 720. Solo los francos de Carlos Martel consiguieron detenerlos en Poitiers en el año 732.

De este modo, con la misma inestabilidad y violencia con la que había empezado, concluyó el reino visigodo de una España que poco tiempo después se conocería como al-Ándalus, el paraíso.


4. Noticias de Barcelona en las crónicas de la época (cita destacada)

En las crónicas hay pocas noticias sobre Barcelona. No obstante, tenemos ejemplos como la Chronica Gallica, que nos explica cómo se inició el reinado de Eurico -«Gauterico, conde de los godos, entró por Pamplona en las Hispanias y conquistó Zaragoza y las ciudades vecinas. Heldefredo, al lado de Vicente, duque de las Hispanias, tras el asedio de Tarragona, conquistó las ciudades marítimas»- y las vicisitudes que supuso para la ciudad la muerte de Alarico, hijo y sucesor de Eurico.

La Chronica Cesaraugustana habla de un palacio real godo en Barcelona relacionado con Gesaleico, hijo bastardo de Alarico que usurpó el trono al joven Amalarico. A este mismo episodio también se refiere la Historia Gothorum, de Isidoro de Sevilla, con contradicciones como que Gesaleico habría muerto en las Galias y no en Barcelona.

Finalmente, la Historia Wambae Regis, de Juliano de Toledo, habla sobre la revuelta del dux Paulus contra el rey Wamba en el año 673. Según este texto, Wamba volvió las tornas con la conquista de Barcelona (defendida por ¡Euredo, Pompedo, Guntefredo, Humulfo y Neufredo!) y tras varias acciones militares, los conjurados fueron reducidos en el anfiteatro de Nimes, de donde salieron con la promesa de salvar sus vidas. Así fue: fueron condenados a decalvación, pérdida de bienes y derechos civiles y humillación. Diez años después, en el reinado de Ervigio, fueron perdonados por el XIII Concilio de Toledo.

Fuentes:
  • De Bárcino a BCN
  • Vitral del ábside de la catedral con la figura de un obispo y escudos de la ciudad de Barcelona (Ajuntament de Barcelona)
  • Interior del patio del palacio episcopal. Esta galería románica es uno de los pocos elementos que se conservan del palacio del siglo XIII, cuando los obispos barceloneses se instalaron en el emplazamiento actual de la calle del Bisbe (Ajuntament de Barcelona).

No hay comentarios:

Publicar un comentario