viernes, 16 de diciembre de 2016

Recensión del libro "Maquiavelo" de Quintin Skinner (I)


QUINTIN SKINNER, Maquiavelo, Madrid, alianza, 2008, 137 páginas.

Quintin Skinner es un historiador británico integrante de la denominada Escuela de Cambridge, surgida a mediados del siglo XX y caracterizada por el modo de interpretar el pensamiento político histórico. Esta corriente historiográfica da prioridad al contexto intelectual de los textos, obras e ideas en la crítica discursiva de la época histórica pasada. Se opone así a la interpretación anacrónica realizada desde una óptica actual y evita la distorsión provocada por un análisis moderno que desvincula la argumentación de cada pensador a su escenario temporal y geográfico original. La obra que nos ocupa fue publicada originalmente en inglés en 1981 y ha sido traducida en su edición castellana por Manuel Benavides. En ella Skinner nos introduce de forma directa al pensamiento de Maquiavelo como representante del pensamiento político humanista. Por ello analiza sus tres grandes obras: El Príncipe, Los Discursos de la Primera Década de Tito Livio y la Historia de Florencia. Asimismo hace referencia a otros trabajos del pensador florentino como las Legaciones o El Arte de la Guerra.
El autor se pregunta sobre la reputación de Maquiavelo a lo largo de casi quinientos años y si los puntos de vista sobre su moralidad política son correctamente interpretados a raíz de sus obras. Para ello se tiene que reconstruir de forma coherente el contexto intelectual y filosófico en el que esos escritos fueron concebidos.
Maquiavelo accedió al cargo oficial de Segundo Canciller en 1498 debido a su educación humanística y al cambio de régimen acaecido en Florencia ese mismo año. Ese cargo le responsabilizaba de las relaciones extranjeras de la República. Sus misiones diplomáticas más destacadas fueron asistir a la corte francesa de Luis XII en 1500 para renegociar una antigua alianza, negociar una alianza de Florencia con César Borgia, nombrado duque de la Romania por su padre el papa Alejandro VI en 1501, y asistir al nombramiento del nuevo papa Julio II tras la muerte de su antecesor en 1503. De cada embajada aprendió buenas lecciones que posteriormente plasmaría en sus futuras obras. La más importante fue reconocer que la principal debilidad de los gobernantes estriba en su incapacidad de adaptación a las cambiantes circunstancias. La Santa Alianza del papa Julio II con Fernando en 1511 provocó la guerra entre España y Francia. Florencia, aliada de esta última, sufrió las consecuencias y capituló un año después. La familia Médici se hizo con el gobierno de la ciudad y Maquiavelo fue apartado de su cargo. En su retiro público escribió en 1513 su principal obra, El Príncipe, libro dedicado a los Médici donde ofrecía asesoramiento a los príncipes para adquirir primero por medio de la Fortuna y las armas extranjeras y mantener después los nuevos principados. Estos consejos se basaban en su estudio como humanista y en su experiencia como diplomático.
A la pregunta de qué objetivos debe proponerse el nuevo príncipe, Maquiavelo responde que el nuevo jefe tiene que mantener el estado de sus asuntos, mantenere lo stato (Skinner, Q.: 1998, 46) y el control del gobierno, Asimismo debe adquirir riquezas, honor y gloria. Y eso no es tarea fácil. Para ello el nuevo gobernante debe cimentar sus estados en “las buenas leyes” y los buenos ejércitos” (op. cit., p. 48). Los buenos ejércitos son siempre las milicias ciudadanas, nunca los mercenarios a sueldo. Esta rotundidad se debe a su propia experiencia con César Borgia y a los desastres de Florencia con los mercenarios. Con todo esto se infiere la lección fundamental para el nuevo príncipe: debe desconfiar de la Fortuna y de las armas extranjeras.
El otro tema capital de El Príncipe son las cualidades de los hombres de Estado. Para Maquiavelo estas cualidades, que están relacionadas, son dos, la Fortuna y la virtú. A los hombres virtuosos les favorece la Fortuna. Existe, sin embargo, cierta dificultad en la definición de la virtú. En esencia la virtú es el conjunto de cualidades necesarias para hacer frente a los caprichos de la Fortuna. Existen cuatro virtudes “cardinales”- prudencia, justicia, fortaleza y templanza - y tres “principescas” -  honestidad, magnanimidad y liberalidad. Sin embargo la observancia de estas cualidades y virtudes no significa que el príncipe alcance su objetivo. Aquí Maquiavelo critica el humanismo clásico redefiniendo el concepto central de virtú.  El príncipe debe tener flexibilidad moral pudiendo obrar por la fuerza o por el engaño. Es decir, el nuevo príncipe debe siempre actuar contrariamente a la humanidad si quiere mantener su posición y evitar ser engañado. Si no se tiene alguna de esas virtudes, el príncipe tiene que aparentar tenerlas. Un ejemplo de cómo confundir las mentes de los hombres lo tenemos en la lucha entre César Borgia y el papa Julio II. Maquiavelo señala que alguna de las virtudes clásicas son en realidad vicios ya que pueden acarrear la destrucción del príncipe.
Skinner sigue con otra obra fundamental de Maquiavelo, los Discursos, una obra de filosofía política que, a diferencia de El Príncipe, intenta explicar la estructura y los beneficios de una república, una forma de gobierno basada en algún nivel de consenso ciudadano. Los Discursos se dividen en tres libros: el primero trata sobre la constitución del estado libre, el segundo versa sobre el mantenimiento de la supremacía militar y el tercero está dedicado a la cuestión del liderazgo. La base de inspiración es el progreso la historia de la República de Roma y observaciones empíricas. La pregunta fundamental que se hace Maquiavelo en esta obra es conocer qué factores hicieron que la ciudad de Roma alcanzara su grandeza y poder. Y la respuesta a esa pregunta es la libertad. Solo las ciudades libres e independientes de cualquier autoridad interna o externa han conseguido crecer en poder y riqueza. Libertad equivale a autogobierno y es el bien común, elemento característico de las repúblicas, el que hace grande a las ciudades por encima del bien particular, elemento característico de los principados monárquicos. Una vez conocida la clave, la siguiente pregunta a formular es cómo se adquiere y se conserva esa libertad. Al igual que en la obra de El Príncipe, Maquiavelo responde que se necesita una combinación de Fortuna (una Primera Fortuna de un hombre virtuoso que establezca la República) y virtú (una virtú de las masas ciudadanas que prosigan con el gobierno).
En este punto Maquiavelo se enfrenta a un dilema: ¿cómo los hombres, que son siempre proclives a dejarse corromper por su ambición y pereza, pueden tener y mantener la virtú a lo largo del tiempo? La respuesta que da el florentino es asegurarse que los ciudadanos estén organizados mediante instituciones que promulguen buenas leyes y defiendan el culto religioso. La clave para evitar la corrupción y decadencia de una República es establecer una constitución mixta que establezca un equilibrio y vigilancia entre la facción popular y la de hombres ricos. Este punto de vista fue criticado por sus contemporáneos ya que iba en contra de las tradiciones de Florencia.
En cuanto a los asuntos externos, las Repúblicas o Principados necesitan adoptar una política de expansión para asegurar la libertad interior. Características como tener un ejército propio numeroso, conseguir asociados y evitar confiar en las fortalezas son necesarias para alcanzar la supervivencia entre los vecinos territoriales.
El último trabajo de Maquiavelo fue redactar la Historia de Florencia, un encargo de los Médici. En este libro aparece toda su teoría política con un estilo retórico propio de los historiadores clásicos. El tema central de la Historia de Florencia es su decadencia y ruina. En ella Maquiavelo habla de la incompetencia militar, de los ridículos combates y de la creciente corrupción. Maquiavelo vuelve a reiterar argumentos de los Discursos como el precario equilibrio de la facción popular y la nobleza. Skinner termina el libro con la restauración de la República en Florencia en 1527, la huida de los Médici y la muerte de Maquiavelo tras una enfermedad.

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